El año pasado recibí una llamada para predicar frente a mil seiscientos maestros de mi pueblo (según lo que la señorita me dijo). Me hice a la idea de que sería un público educado, de creyentes y no creyentes, y por supuesto: exigente, por completo diferente al grupo de jóvenes donde predico. Pase semanas orando por sabiduría y buscando en la Biblia la enseñanza adecuada. La mañana del evento, al...
¿Es Maestro y además Cristiano? ¡Lea esto!
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