Aunque algunos santurrones nos han puesto un sobrenombre amarillista, no pueden negar que sin nosotros los domingos solo habrían dos o tres personas en la iglesia. Somos quienes llenamos las escuelas dominicales y los servicios generales, los que hacemos que los que pasan por la calle vean gentío en las reuniones. Y como las bancas no se pueblan solas, las iglesias deben admitirlo: nos necesitan...
La guía oficial del “calientabancas”
L