Confesión: me alegré muchas veces cuando vi que le pasaba algo malo a quienes me habían hecho daño, ofendido o rechazado y dije “Se lo merece”. Casi entiendo a los discípulos de Jesús: “Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Mas no les recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén” (Lc.9:53) Hay una...
“¡Se lo merece!”
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