Búsquese la palabra “Cristianos” en los diccionarios orales de la sociedad moderna y en las enciclopedias no autorizadas (y poco actualizadas) del usuario de las redes sociales (desde el más corriente hasta el más intelectual) y se encontrará repetitivas referencias, tales como “hipócritas”, “religiosos”, “fanáticos” y “retrógrados”… entre muchas otras. He aquí mi opinión de tales referencias y calificativos:
Nos dicen santurrones porque incomodamos a los liberales, porque para ellos la búsqueda de la santidad y del carácter piadoso siempre será algo exagerado.
Nos apodan los aleluya y nos sienta bien porque adoramos al único que tiene poder y no a la criatura humana que lo cree tener.
Nos llaman hipocritas porque dicen que fingimos y ocultamos lo que somos; pero en verdad lo que hacemos es vivir contrastando nuestra antigua realidad, sin esconderla, sino poniéndola en evidencia para resaltar la nueva.
Nos gritan ¡religiosos! pero ellos son los que se reúnen con devoción contemplativa por una causa en nuestra contra. Dicen que somos fanáticos pero ellos son adeptos fervientes a seguir cada uno de nuestros movimientos y pasos para dedicarnos críticas inflexibles.
Somos los intolerantes porque todo lo que no viene de la palabra de Dios nos repugna, pues sabemos que al ingerirlo enferma.
Somos los retrógrados porque no nos sorprenden las palabras del hombre actual sino las del Dios eterno e inmortal; por nuestro pensamiento de antaño, nada evolutivo. Pero me pregunto qué nombre les darán a los del pensamiento moderno en dos mil años más… el golpe será duro.
Somos los ignorantes en la sociedad pero no saben que es por decisión propia, porque sabemos lo que conocemos y no queremos entorpecernos con la información que desinforma y deforma. Por eso somos lo vil, lo menospreciado, la vergüenza de la sociedad, del cerebro moderno; pero no nos avergonzamos de serlo.
Somos la mancha negra que arruina sus arcoíris, lo heterosexual que hace cojear la supuesta igualdad, los que evidenciamos las falencias de sus géneros inventados. Algunos nos dirán cristianazis porque dicen que tenemos un discurso y un evangelio de odio, y nos odian por tenerlo.
Detestan nuestro libro pero no pueden dejar de hablar de él; quieren destruir sus páginas y le dedican miles de las suyas, en sus intentos de borrarlo de la historia lo están inmortalizando; pues cualquier intelectual de su público no se conformará con la mención de algunas citas, querrá examinarlo todo, y recién ahí se darán cuenta que el esfuerzo se tiró por la borda.
Búsquese cristianos con más cuidado y se encontrará la prueba de que somos lo que la humanidad aborrece, el cumplimiento de un Juan 15:18 y no nos extrañamos de que así sea, lo hicieron con nuestro líder, será así con nosotros. Pero aquí estamos, tirando la piedra que ofende y quedándonos para que vean la mano que lo hizo.