Por qué todavía no deberías menospreciar los himnos antiguos

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El otro día por la mañana me estaba paseando por la cocina mientras mi esposa cocinaba, ella se había levantado antes, por eso ya tenía música instrumental complementando el aroma a panqueques; pero lo que empezó a acoplarse también mentalmente fue la letra de lo que estaba sonando: «Me guía él, me guía él, con cuanto amor me guía él; no abrigo dudas ni temor, pues me conduce el buen Pastor…»; conmovido mientras los himnos seguían, varias veces se me hizo un nudo en la garganta mientras repasaba sus letras en mi mente.

 Crecí en una iglesia conservadora y desde niño canté sujetando un antiguo himnario de pasta dura azul que tiene el título «simplón» de «Himnario de la vida cristiana» en el que cada uno de los himnos viene acompañado del solfeo para los genios que tocan instrumentos; alguien que no esté acostumbrado a ellos dirá: «seguro se conmovió porque esos himnos fueron parte su niñez y juventud», no es del todo así (ya he mencionado en otros escritos que mi banda favorita es Petra), pero hay algo en los himnos que los hace perdurar después de quinientos, trescientos o doscientos años, que los hace ser relevantes aún cuando la canción cristiana que ocupa los primeros lugares ha dejado de ser trending y le ha cedido el lugar a una nueva de diez minutos con cincuenta repeticiones del coro; al final los gustos musicales de cada creyente terminan siendo asunto de cada uno, pero en mi opinión, estas son las razones por las que no deberías menospreciar los himnos antiguos:

Necesitas alimento:

 El contenido: por supuesto que tengo que empezar con lo obvio, es lo distintivo de un himno; pero ante el argumento de que cualquier otra canción cristiana también se distingue por su contenido, tengo que «contraatacar» haciendo evidente que no todo lo que comes te alimenta, es decir, no es lo mismo comerse una bolsa de Doritos que comerse un buen asado, los dos van al estómago; el primero te dejará un buen sabor pero insatisfecho, mientras que el otro podrá satisfacer tu hambre, y esto es porque la inspiración y palabras de la mayoría de los himnos antiguos se enfocan en enseñar o explicar lo que la biblia dice; resaltar ciertos versículos y abrirnos la cabeza para meditarlos de una manera más amplia.

 Haz la prueba con «Yo sé a quién he creído» de Daniel W. Whittle, con una de las estrofas que más me gustan:

No sé cómo es que Su Espíritu convence al hombre de su error, ni cómo obra en el corazón creando fe en el Señor…

 Sabemos, por lo que dice la biblia, que el Espíritu Santo convence al hombre de su pecado (Juan 16:8-11) y que él es el que hace que comencemos a tener fe en el Señor, pero te has preguntado ¿cómo funciona todo eso?, este himno no pretende explicar eso, el autor nos dice que él lo ignora, pero nos deja ver lo que de verdad importa en el coro:

Mas yo sé a quien he creído y es poderoso para guardarme seguro hasta el día en que venga Él por mí

 Que, para información del que no tiene por costumbre leer la biblia, son las palabras de Pablo en 2 Timoteo 1:12, pero cantadas. Aunque la melodía del himno no es de mis favoritas, porque debo confesarlo, nadie puede negar que la letra hace un trabajo magistral al hacernos meditar en la cita bíblica.

 Sin importar el instrumento, el ritmo o la época de una canción, la letra en ella es una de las formas de hacer que la palabra de Cristo permanezca en nosotros con toda su riqueza:

La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.

Colosenses 3:16

 Seguro hay un himno para cada necesidad, no por el hecho de ser himno, sino por la biblia no avergonzada que viene en ellos.

Una vez escuché a un pastor decir que él estaba seguro que el himno de «Santo, Santo, Santo» lo cantaríamos en el cielo por ser muy hermoso; yo no puedo hacer tal aseveración, pero si estoy seguro  que «Santo, Santo, Santo»  es algo que se dirá en el cielo al Señor, eso es lo que dicen los cuatro seres vivientes en Apocalipsis 4:8; pero ahí está de nuevo mi punto, un himno nos hace pensar e imaginar tales cosas.

Necesitas arte verdadero

 Sí, no todo lo que escuchamos el día de hoy es arte, por tanto, no podemos llamar artista a todo el que «canta». Mencioné en mi ensayo «Artistas de lo divino» que no debemos darle el nombre de arte a un video de TikTok, ni darle el nombre de artista a cualquiera que se grabe bailando algo que han hecho cinco mil personas más. El mundo y los cristianos están sedientos del buen arte pero no lo saben porque no lo conocen, y esto se debe a que se han expuesto a canciones (porque de esto hablamos en esta ocasión) que no son meritorias del título.

 Pero los himnos, por explicarlo de alguna manera, son arte sobre arte, es decir: no solo dicen su mensaje bíblico, de una forma poética y bella, no cualquiera sabe el arte de la poesía; también lo entregan con un alto conocimiento y creatividad musical.  Si no me crees, intenta cantar a la perfección «El Señor resucitó» de Charles Wesley; solo en las partes en las que se debe cantar «¡Aleluya!» vas a verte un poco avergonzado las primeras veces por no poder hacerlo bien; pero esto no es para que te sientas mal, recién ahí te darás cuenta de la alta imaginación y el conocimiento musical del autor cuando lo escribió.

 La exposición al «arte moderno» ha sido tan dañina que a alguien que escucha Hip Hop un himno le parecerá, en el mejor de los casos, demasiado anticuado, digno de risa o aburrimiento. Reconozco la creatividad y habilidad de los que cantan Hip Hop para jugar con las palabras, uniéndolas todas y así entregar un mensaje que alcance a otros para el Señor, sin embargo todavía no puedo considerarlo en la alta categoría artística de un himno, discúlpenme mucho partidarios del ritmo.

 La primera vez que tomé un café sin azúcar fue por las prisas, pasé comprando un «americano», lo pagué, y por salir corriendo olvidé tomar los saquitos de azúcar. Cuando ya estaba en camino me di cuenta de mi descuido al probarlo, el sabor me golpeó la lengua, pero por amor a lo que había pagado me comprometí a terminarlo. Al siguiente día me aseguré de endulzar el brebaje pero me sorprendió el disgusto que sentí, desde entonces no hay un gramo dulce en mi café. Tomar gusto por los himnos puede ser difícil para muchos: la música, poesía y teología en ellos pueden golpear los oídos y el corazón, pero es una cuestión de costumbre; una vez has sentido el «sabor» del alto arte vas a querer seguir apreciando. Aclaro: con esto no estoy diciendo que debas borrar de tu playlist cualquier otro ritmo o estilo que te guste. ¡Pero! sí estoy diciendo que necesitas más encuentros con el verdadero arte musical.

Necesitas sinceridad

 Ya mencioné a Daniel W. Whittle y a Charles Wesley, pero agreguemos a la lista a Martín Lutero (quien escribió la letra de Castillo fuerte), Catherin Hankey (Grato es decir la historia) o Carl Boberg (Cuán grande es él), junto con muchos más que no da tiempo de escribir ahora; y encontraremos que todos ellos estaban relacionados con la enseñanza de la biblia; pastores, evangelistas, reformadores, maestros de escuela dominical, misioneros, etc.

 Los himnos que escribieron no buscaban estar en el top 10 de la semana, ni alcanzar un millón de oyentes al mes, su interés era enseñar la palabra a través de ellos. Pastores que miraban a la música como lo que realmente es, una extensión para predicar, una herramienta poderosa para que la gente aprendiera doctrina, para que fuesen profundizando en las cosas que todo cristiano debería saber del Señor. Porque a través de ella, las cosas importantes son muchas veces más fáciles de memorizar; y para demostrar que no busco que la gente escuche solo himnos y que también hay canciones de este lado de la historia con el mismo objetivo, yo aprendí el “credo de los apóstoles” por la canción «Creed» (credo) de Petra; la música es una manera increíble de aprender cosas profundas.

 Pero no quiero desviarme del tema, estaba diciendo que eran enseñadores de la palabra o pastores que escribían himnos para educar, el día de hoy es al revés, algunos cantantes cristianos creen que ya pueden ser pastores y enseñadores de la palabra, basándose en la cantidad de seguidores que tienen; lo que sucede después es que terminan enseñando cualquier cosa desde el púlpito solo porque su ego se los permite. Sus intenciones al escribir canciones «cristianas» es ser trending, vender más libros, más boletos para conciertos y merchandising. Aunque no estoy diciendo que un cantante no pueda obtener el sustento de su familia con sus canciones cristianas, algunas veces ese es el objetivo que gobierna sus inspiraciones y ya hace rato han dejado de ser sinceros con Dios y su público.

 Fue la sinceridad para entregar el mensaje de Cristo que hizo a la novelista Anna Warner escribir un pequeño poema que luego fue musicalizado y que, hasta el día de hoy, es el «hit» que todo niño conoce y por el que muchos han llegado a conocer al Señor, aquel que traducido dice: «Cristo me ama, me ama a mi, su palabra dice así…» y yo sé que sabes cómo sigue el coro «Sí, Cristo me ama, Sí, Cristo me ama… la biblia dice así» (agregado en 1862 por William B. Bradbury, quien fue el que le puso música al texto).

Pero ¡oigan!, nací en 1987, eso me hace de la generación de millenials y comprueba que no soy tan anticuado como parece; una de las canciones que está escrita con sinceridad y que definitivamente me marcó en la primera década de los 2000 fue «Here’s My Life» (Aquí está mi vida) de BarlowGirl, sí, ni yo lo esperaba, pero me recuerda la fragilidad humana y cómo el compromiso con el Señor debe superarlo todo: «…aunque el llamado es duro, Tú lo vales todo, Dios estoy llorando esta noche porque te he dado mi vida. Pero estoy cansado y echo de menos lo que dejé atrás, así que una vez más: aquí está mi vida…».

 Aunque nací y estoy feliz de permanecer en una iglesia que conserva los himnos de antaño, no digo que las canciones de hoy sean un completo desperdicio y que no se encuentren joyas que alimenten y alienten la vida espiritual, o que todo cristiano el día de hoy deba ponerse una peluca inglesa con rulos blancos del siglo XVIII, porque supuestamente ya no hay canciones que tallen en nosotros convicciones bíblicas; ¡no! decir eso sería una imprudencia y mucha arrogancia. Lo que estoy defendiendo es que cometeremos la misma imprudencia y arrogancia al desechar el valor de los himnos, todavía tienen demasiado que enseñarnos en letra, diversas ramas del arte y sencillez de corazón.

Así que ¡por favor, todavía no menosprecies los himnos antiguos! porque seguirán incluso después de que nosotros muramos.

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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

por Lester H. Delgado

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

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