Hablando de costumbres navideñas, siempre miré en las películas norte americanas que los niños se despertaban el veinticinco de diciembre a abrir los regalos; una tradición llena de alegría y emoción que yo no estaba dispuesto a implementar en las mías, en mi familia los regalos siempre se abrieron en noche buena después de la cena y así seguirá entre tanto pueda tener el control de ello. Cambiarlo sería tocar rincones sagrados de mi alma.
La navidad, con todo lo que ya sabemos, es un tiempo perfecto para aprender nuevas cosas y quizá cambiar nuestro corazón en cuanto a Cristo, ya he mencionado en otros escritos navideños como muchos de los personajes bíblicos le dieron volteretas a sus vidas por causa del nacimiento del Señor; esta vez quiero tomar a uno y compararlo con otros: el rey Herodes, de quien también he hablado mucho en este blog.
Quiero comparar sus motivaciones con las de los magos, porque debido a que ambos estuvieron en contacto con respecto al tema del nacimiento del rey, ponerlas unas al lado de otras resulta inevitable. Y como ya sé que no faltará quien diga que no nos tenemos que comparar con humanos sino con Cristo, basta decir que si encontramos actitudes de Herodes en nosotros será un buen indicador que nos hemos alejado lo suficiente del Señor.
Viendo los dos casos nos daremos cuenta que por lo general hay dos opciones en navidad:
Adorar o matar
“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.”
(Mateo 2:1-2)
No profundizaré mucho en explicar cómo los magos sabían acerca del nacimiento del Mesías sin ser judíos (para ello puedes leer “Un viaje para navidad” en el blog), pero lo cierto es que su búsqueda tenía como fin único la adoración a dicho rey.
Por su parte también Herodes hizo su búsqueda: “Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.” (Mateo 2:4), esta en sí no fue una investigación de mala calidad, es decir, con resultados ineficientes; tuvo el privilegio de saber el tiempo de la aparición de la estrella con estos inteligentes extranjeros (8) y también la información bíblica de los principales teólogos de la ciudad para que le indicaran en qué lugar debía seguir buscando: ”Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta…” (Mateo 2:5), vemos que incluso “apoya” la búsqueda de los magos (8) diciéndoles que tiene las mismas motivaciones que ellos. Pero sabemos lo que realmente había en su interior:
“Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos“
(Mateo 2:16)
¿Cuales fueron las motivaciones por las que buscaste al Señor este año? si somos sinceros, muchas veces no fueron adorarlo. No tiene nada de malo buscarlo cuando hay necesidades, él mismo nos invita a hacerlo con toda confianza, pero si cada vez que lo busco es solo porque quiero satisfacer mis deseos personales y hasta egoístas es hora de cambiar la tradición. La búsqueda de los magos fue sincera, la de Herodes fue hipócrita.
Gozo o terror
”Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.”
(Mateo 2:10)
La búsqueda esmerada había dado su fruto satisfactorio y el viaje largo había llegado a su fin, por eso es que los magos se regocijaron de tal forma al ver la estrella, pero esta alegría era por haber encontrado por fin el lugar de nacimiento del rey, el lugar al que habían dispuesto ir a doblar sus rodillas desde antes de salir de su tierra; no se regocijaron porque el viaje había terminado sino porque la anhelada adoración a él estaba por empezar.
Aunque fue en otro momento, también la biblia nos cuenta el sentimiento de Herodes al enterarse de la noticia del nacimiento del nuevo rey: “Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.” (Mateo 2:3),
La palabra “turbó” en la Reina Valera puede traducirse incluso como “aterrorizó”, ¿no debería el rey que cuidaba a Israel en ese momento sentirse también rescatado por el que había sido prometido en las profecías? ¿no debía regocijarse como los magos al enterarse de que por fin llegó el tiempo?, claro que debería; pero este rey, títere de los romanos, se aterroriza porque ve peligrar su reinado, y para muestra un botón, aquí hay unos cuantos extranjeros que no vienen a adorarlo a él, sino a un simple bebe que quiere quitarle el nombre de “Rey de los judíos”
La única razón por la que no reconocemos al Rey en nuestras vidas en esta navidad es por terror, nos turba la idea de que no somos nosotros los dignos de adoración, los más importantes, quizá hemos llegado a enojarnos con él la mayor parte del año porque el no consideró que nuestros deseos fuesen superiores a su soberanía, quizá esta navidad debamos recordar que no es el Rey el que tiene que arrodillarse ante nosotros.
Su guía o la mía
“Porque su estrella hemos visto en el oriente…” (2) nos dice que los magos empezaron su camino porque vieron “su estrella” no porque fueron movidos por sus emociones o deseos, la guía no salió de dentro de ellos sino de algo que estaba fuera de ellos, lo suficientemente superior como para hacer aparecer estrellas en el cielo; Dios mismo.
Pero no fue solo al inicio que tuvieron su guía, también a medio camino Dios los guío a través de la información teológica que recolectaron de los principales sacerdotes y escribas (de lo cual también hablé en “Un viaje para navidad”), y utilizando al mismo Herodes para revelarles que era a Belén a donde debían dirigirse (8), hasta que llegaron nunca les faltó la ayuda celestial “y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.” (9). Guiados por Dios de principio a fin.
Herodes no vio ninguna estrella, supo de ella, no sabía que iba a nacer en Belén, se lo contaron (al igual que a los magos), aunque no lo fue guiando la estrella supo de antemano el lugar en donde los magos vieron que se detuvo, digamos que no tenía excusa para alegar desconocimiento, pero aunque tenía la información el resultado no fue el mismo que el de los otros porque todo lo que dijo e hizo fue guiado por su orgullo. Lo guiaba su deseo por acabar con el nuevo rey, el egoísmo de querer ser el único con el trono, por supuesto que todo guía tiene un camino y el orgullo que guiaba a Herodes no lo estaba dirigiendo por el sendero de la adoración a Cristo.
En vísperas de las fechas en las que conmemoramos el nacimiento del Rey es necesario preguntarte ¿Qué es lo que está guiando tu vida?, tal vez tienes toda la información que necesitas para llegar a adorar al Rey pero el orgullo de quien crees que eres es lo que te impide emprender el viaje de los magos. El mismo orgullo que te hace estar pegado a tu insignificante trono deseando matar a cualquiera que amenace con levantarte de él.
Algunas personas ponen un pequeño nacimiento debajo de su árbol de navidad para recordar la escena: ahí, rodeados de animalitos están arrodillados José y María, los pastores y también los magos (aunque ellos no estuvieron esa noche, sino hasta días después, entendemos lo que la imagen quiere transmitir); usando un poco la imaginación nos damos cuenta que ahí también debería haber estado Herodes; y haciendo uso de lo simbólico, ahí es donde deberías estar tú esta navidad.