“¡De pie, de pie, Jinetes de Théoden!
Un momento cruel se avecina: ¡fuego y matanza!
Trepidarán las lanzas, volarán en añicos los escudos,
¡un día de la espada, un día rojo, antes que llegue el alba!
¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!”
(J.R.R. Tolkien “El Señor de los Anillos”)
Una de las escenas más épicas del libro y de la película de “El Señor de los Anillos”; no necesitas conocer en qué momento del relato se encuentran estas palabras para saber lo que está pasando… o lo que está a punto de suceder; no sabes quién es Théoden, pero sabes que un rey está animando a su ejército; no sabes quién es el enemigo, pero te enteras de que es fiero porque las lanzas y los escudos sufrirán violencia. En cinco líneas bien escritas te das cuenta de que una batalla sin precedentes está por ocurrir.
En el Antiguo Testamento también hay un diálogo entre dos reyes, Josafat; rey de Judá, y Acab; rey de Israel. Después de que Acab reúne a sus profetas para que le digan cosas favorables en cuanto a la guerra, Josafat sospecha de las palabras tan favorables de aquellos lamebotas y siente la obligación de ser precavido sobre lo que ha escuchado:
“Y dijo Josafát:
– ¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, por el cual consultemos?
El rey de Israel respondió a Josafat:
– Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal.
Y Josafat dijo:
– No hable el rey así.”
(1 Reyes 22:7-8)
Al igual que con mi ejemplo de “El Señor de los Anillos” aquí tenemos también unas cuantas líneas que describen todo un panorama, no solo la situación de aquel entonces, sino la actual, tocante al mensaje de Dios y las personas:
1. La necesidad de un mensaje verdadero:
Recuerda, lo que estaban queriendo saber estos dos reyes eran asuntos de guerra y los profetas que había reunido Acab les habían dado un pronóstico feliz, favorable. Pero las palabras de Josafat fueron “¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, por el cual consultemos?” (7). En otras palabras: “Estos cuatrocientos profetas no son enviados de Dios, son tuyos, no quiero oír lo que dicen, aunque suene conveniente, yo necesito la verdad de Dios en este asunto.”.
¿Eres capaz de identificar el tipo de predicador que te está hablando la palabra de Dios?, la verdadera vida cristiana está ligada totalmente a ella, por eso debes ser exquisito a la hora de seleccionar a quién escuchas y de quién obtienes la guía para ella.
Josafat (quien también tuvo sus grandes desaciertos en la vida) habrá notado que los cuatrocientos profetas de Acab “pisaron la ramita” que revelaba que lo que decían no provenía de Dios. Por lo general, las personas que no se dan cuenta cuando sus libros o predicadores “pisan la ramita” de lo no bíblico son las mismas que no conocen lo bíblico, esto es, dicho de una forma llana y simple: son los que no leen su biblia.
2. La necedad del corazón del oyente:
“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal” (8)
Permíteme parafrasearlo: “Sí, hay uno, uno que nos podría decir lo que Dios de verdad tiene en mente, pero no es lo que me gusta ni lo que quiero escuchar, es más: lo odio, por eso tengo a mis cuatrocientos profetas personales”
Los cuatrocientos profetas felices y Acab me hacen un eco a las palabras de Pablo en el Nuevo Testamento: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Timoteo 4:3-4)
El día de hoy los cristianos amontonan cantantes que se creen pastores, pastores que quieren ser políticos y políticos que tienen jerga de pastores; de todo para todos, según lo que cada quien esté buscando. Pero la verdad es que solo necesitamos a uno aparte de los cuatrocientos que tenga sana doctrina, un Micaías hijo de Imla, aborrecido por la mayoría pero amado y enviado por Dios.
Debes mantenerte aparte de los que tienen comezón de oídos y sus maestros; los que solo aman lo favorable y no la convicción de la palabra, esos cuya frase recurrente es: “Tengo un capricho en el alma, un deseo egoísta en el corazón y necesito que un predicador me rasque el oído para sentir un alivio momentáneo.”
3. La necesidad de oposición a lo falso:
“Y Josafat dijo: No hable el rey así” (8) o podríamos parafrasearlo como: “No digas eso”, por supuesto, si Josafat pidió un verdadero mensajero de Dios era porque estaba dispuesto también a oponerse al deseo de su igual, muy rey pudiese ser Acab, pero Josafat no dio su brazo a torcer con un deseo tan inmaduro.
Que el palabrerío de “amor” y “tolerancia” no te confunda para que empieces a consentir el deseo de no escuchar la verdadera palabra de Dios, porque cuando empieces a dejarlo pasar, automáticamente estarás decidiendo guiarte por el corazón egoísta de alguien que no considera a Dios importante en su camino. Primero debes amar a Dios y luego a tu prójimo, el amor al primero te lleva a amar correctamente al segundo; consentir a los predicadores no bíblicos no es amarlo, es querer su destrucción y la tuya.
Cuando hablo de oponerte a los falsos mensajes, a lo no bíblico como norma de vida y doctrina, casi puedo escuchar las lanzas crujir y a los escudos hacerse añicos, porque nuestra oposición debe ser decidida y la guerra no negociable. Se trata de tu vida espiritual y lo que la guía, tu presente y tu futuro, no de evitar ofender al que no le interesa la opinión de Dios. Necesitas tomar la Espada y defender, no entregarla para que el enemigo haga lo que quiera con ella.