De caballeros, enanos, dragones y… ¿la biblia?

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Sé lo que piensan muchas personas cuando les cuento que estudié formalmente escritura creativa y que escribo cuentos, me lo dicen con su mirada poco interesada y a veces nada disimulada: “eso no sirve de mucho para la vida cristiana o para el ministerio”, y todavía recuerdo cuando alguien me dijo que nunca leería un libro de ficción cristiana porque no eran de provecho; que solo lee a otra clase de escritores cristianos que sí son de utilidad. ¿Cuántas categorías de escritores cristianos hay? eso dependerá de la opinión de cada aficionado y cada erudito en el tema, las cuales no necesariamente concuerdan (y de estos últimos, los eruditos, lamentablemente no formo parte ). Pero para los fines de este escrito hablaré de dos:

Primero de aquellos que han servido durante siglos para crecimiento del creyente; comentaristas bíblicos que desde la antigüedad han explicado eficazmente en sus volúmenes lo que Dios dijo; han examinado cada verso de las Sagradas Escrituras para que podamos seguir aprendiendo como crecer en la gracia.

Luego está el que escribe historias ficticias dispuesto a dar vida a los personajes que gritan desde su imaginación esperando ser puestos en una historia o historias y lugares esperando el arribo de los personajes. Y a través de ellos el autor mostrará lo que tiene en sus adentros, porque dice la biblia:

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.”

Lucas 6:45

Del buen tesoro y con papel y pluma sacamos historias teñidas con la biblia para enseñarla, porque la palabra de Cristo mora en abundancia en nosotros. Que esto no suene místico ni mucho menos, la imaginación es una capacidad dada por Dios que siendo utilizada bajo su control es otra forma de dar honor a Él; Francis A. Schaeffer dice: “Pero queda todavía otro aspecto del señorío de Cristo que incluye toda la cultura: comporta el área de la creatividad… No parecemos comprender que las artes también deben estar sujetas al señorío de Cristo.”1;

Y si aún hay detractores del creyente usando la imaginación para enseñar, a esos más les vale nunca leer un peculiar escrito del pastor John Bunyan llamado “El progreso del peregrino” o los sermones de otro brillante teólogo llamado Jonathan Edwards. O corregir, entre muchos otros, a Lutero cuando hablando de Roma escribe algo como esto: “…dejadla, para que sea morada de dragones, espectros y brujas, y fiel a su nombre de Babel, una confusión eterna, un nuevo panteón de maldad.”2 y tendrían también que negar la escena inolvidable que la imaginación del reformador les ha dejado impresa en la mente a la vez que ha hablado la verdad. También tendrían que considerar exagerada la creativa comparación que hace Anne Dutton cuando en una de sus cartas dice: “Este pecado del orgullo…es un mounstro preñado que contiene en sí mismo, fértil para dar a luz, una plenitud de todo pecado.”3

Por eso, ¿hemos de ser condenados por “serios” hermanos por enseñar la palabra en un cuento? pues hay algunos que nos etiquetan de “poco provechosos” para el crecimiento espiritual ¿seremos juzgados por su falsa adultez y espiritualidad cerrada cuando queramos enseñar a través de relatos o novelas de ficción? Pues en nuestra defensa diré que los cuentos y novelas nunca serán de verdad, pero el mensaje Divino tomado de la Sagrada Escritura que queremos enseñar en ellos siempre serán una realidad.

Y si somos condenados por nuestro genuino y sincero interés de predicar a través de ellos, atrévanse a condenar también al mismo profeta Natán que recordó a David su pecado con el cuento de una oveja (2 Samuel 12:1-13), o arránquese de lo escrito en Jueces la historia de los árboles que buscaban rey (9:7-15), es más, tendrían que tachar con marcador negro los versículos 3 al 6 del Salmo 114 porque semejante uso de imaginación no puede ser espiritual.

Aquellos que nos condenan como “poco provechosos” para el crecimiento espiritual, tendrían que hacerlo también con el mismo Cristo; quien, con historias ficticias llamadas parábolas, nos enseñó los misterios del reino, y que a través de aquellos personajes llamados “labradores malvados” (Mt.21:33-41) ha enseñado la actitud de los hombres de aquel tiempo y del actual ante El Enviado de Dios. O consideren también sin valor a aquellas “Diez Vírgenes” (Mt.25:1-13) que creó para enseñarnos lo que pasaría con Israel por no estar listo para el esposo. Que se olviden también de usar Su parábola del sembrador y la semilla (Mateo 13; Marcos 4) que cae en diferente tierra para hablar de las actitudes a Su palabra, sin duda por ser ficción no puede brotar al ciento por uno (y apenas menciono tres de ellas). Quítense también de los grandes libros de comentaristas eminentes la explicación de estas secciones de la Sagrada Escritura.

Algunos dirán en su defensa que no podemos comparar nuestras historias con las de Cristo porque es ridículo el simple hecho de pensarlo, y admito que tienen razón y un punto a favor, por supuesto: ¡toda la razón!, porque nuestras historias no tuvieron el theopneustos (la inspiración divina) de la Sagrada Escritura, pero permítanme reclamar la misma razón y punto de parte de ustedes, preguntándoles: ¿Alguno es predicador y escribe sermones? si la respuesta es afirmativa, debemos hacer la misma sentencia, el simple hecho de comparar un sermón suyo con uno del Príncipe de los Pastores es ridículo, porque la verdad es, que ambos somos simples y sinceros imitadores de Cristo, o eso por lo menos debería ser la meta cuando alguno de nosotros queramos enseñar; es la palabra que tiene el soplo de Dios no nuestras obras.

Nosotros a través de nuestras historias podemos llamar la atención a un mensaje y al final los que tengan un verdadero interés pedirán que se les explique el significado, tal como hicieron los discípulos. Entonces porqué no utilizar nuestra ficción para enganchar el interés de los destinados por Dios para que entiendan Su palabra?

Esto no se malentienda, ¿estoy acaso poniendo la ficción por encima de la predicación? ¡Dios me guarde de tal herejía! yo mismo predicó en la iglesia y no hago sermones basados en mis cuentos o haciendo exégesis de Las crónicas de Narnia o exclamando: “¡Oíd palabra de Tolkien!”. Tomémoslo de esta manera: los escritores de ficción cristiana somos la carta en el restaurante que llama la atención al platillo completo: la biblia, y en ella se encontrará desde la leche hasta la carne. (Obviamente el platillo solo puede ser preparado y servido por el que está capacitado para hacerlo): así que si lo pensamos con calma, no estamos en una guerra sino en un equipo que puede funcionar de maravilla teniendo la meta. Piénsenlo, los predicadores y escritores unidos para predicar la Sagrada Escritura pueden ser una flecha certera al corazón del creyente.

1“Arte y biblia”, pag.14, Ediciones Evangélicas Europeas, 1974. 2;Cita tomada y traducida de Martin Luther Collected Works, Delphi Classics, pag.73 (versión para Kindle) 3Cita traducida de: “This monster, pride -this hellish sin” de Anne Dutton (1692-1765)

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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

por Lester H. Delgado

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

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