No me han preguntado, pero llegará el día, y está llegando, en el que el falso progresismo intentará inmiscuirse no solo en nuestro lenguaje sino también en nuestras biblias. No estamos lejos de ver a un Cristo tratando de ser más inclusivo (como si no fuese suficientemente inclusivo al darnos la oportunidad de ser llamados hijos de Dios) cambiando los pronombres y las terminaciones en los versículos y ordenando que dejemos de llamar “Padre” a Dios porque tal aberración está impuesta por el patriarcado. Oh no, no estoy exagerando, pues por ahí ya hay alguno que se autoproclama “pastor” diciendo que Dios puede ser mujer.
Es por el lenguaje que hablamos, leemos, oímos y entendemos las cosas; por eso si empezamos a hablar de forma equivocada (por no decir impuesta) a gusto de una agenda, no solo corremos el riesgo de pervertir lo que, valga la redundancia: hablamos, leemos, oímos y entendemos, y si lo entendemos mal, se va todo por la borda. No pretendo hacer un estudio exhaustivo porque el “lenguaje inclusivo” me parece algo ridículo, pero porque la historia me ha demostrado que el riesgo de creer en lo ridículo existe, aquí dejo algunos pensamientos que me retienen de siquiera darle tregua a esa forma de hablar:
Lo primero es que: no es lenguaje (y esto debería ser suficiente) ya lo sabíamos, pero tiene que ser mencionado, aunque no voy a detenerme en esto, porque creo que también hay gente mucho más capacitada que yo para explicar este punto.
Sin embargo, creo y sirvo a un Señor que no solo da importancia al lenguaje real, sino a cada detalle de la forma en que fue escrito:
Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. (Mateo 5:17)
Por supuesto que no podemos comparar lo escrito en la biblia con lo de cualquier otro libro escrito, mucho menos con este ensayo defectuoso, pero no podemos dejar de ver que la “jota” (iod) y la “tilde” (un rasgo pequeño en la escritura hebrea) están escritas por algo y no pueden quitarse de dónde están por más diminutas que parezcan. Todo se queda porque todo tiene que cumplirse. Cambiar una de las dos haría que las cosas se entendieran diferente en la Biblia y que el mensaje dejara de significar lo que tiene que significar.
Algo más de lo basto que debemos aprender de Cristo es su firme interés de dejar las cosas tal como fueron escritas, sin restarle atención a las cosas más pequeñas del lenguaje (por supuesto que el versículo no tiene el fin de explicarnos algo sobre el lenguaje, pero el ejercicio está presente).
Tenemos el deber de expresar y escribir palabras comprensibles antes que “inclusivas”; decir: “Venid a mí todes les que estáis trabajades y cargades” no solo sería una falta de respeto al trabajo de Casiodoro y Cipriano sino que también una falta de convicción al querer malear lo que dice la palabra para que encaje en un entorno nada respaldado por el Señor.
Creo también en un Libro Sagrado que da toda la importancia al idioma y a las palabras claras, palabras que pertenezcan a un idioma inteligente y no formado a capricho:
Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. (1 Cor.14:9-10)
La claridad del mensaje que Dios me ha encargado es más importante que una tendencia, no debo alterar la sencillez del evangelio y discurso bíblico con intentos de sonar más “inclusivo” de lo que ya es la palabra de su gracia.
A menudo me aparecen publicaciones de una “playera” (remera) con la frase “Dios ama a la gente que tú odias” seguida de una lista de toda esa gente que Dios ama, el mensaje inclusivo estaría bien si esa frase no me estuviera acusando de “odiar” gente, en este caso la intención se vuelve una contradicción, casi diciéndome que no soy digno de portar dicha prenda.
El “lenguaje inclusivo” es un accesorio innecesario para el cristiano cuando se entiende que la “inclusión” en verdad importante ya fue hecha con la cruz de Cristo, no hay manera de superarlo:
“Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gal.3:27-28)
Es decir que estando en Cristo se deja cualquier clase de razón para estar divididos. El “lenguaje inclusivo” no puede hacer más que separar, porque automáticamente juzga a quien no habla de esa manera, hay que reconocer que un “todes” no puede crear la unidad que la sangre de Jesús sí. Pero aún con esto el “Venid a mí todos los que estéis trabajados y cansados”(Mt.11:28) es suficientemente inclusivo, ese “todos” alcanza también para que aquellos que usan “todes” puedan tener el perdón, por sus pecados… y por maltratar la lengua.
Y, aunque deben haber muchas razones más que se me estén pasando, permítanme ser ortodoxo y predecible: la razón galopante (hablando de lenguaje, acabo de aprender esa palabra) por la que no debo ceder ante un “lenguaje” accesorio de una agenda “feminista” es que Romanos 12:2 es completamente aplicable:
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Énfasis agregado)
Dios me ordena a no amoldarme a lo que la agenda está fraguando en esta época, a no encajar en ella, que mi mente se renueve pero con el entendimiento en su palabra y para ello lo mínimo es entender cada palabra en ella tal cual está escrita. Sin embargo el ejercicio será imposible si leyendo la biblia me enojo con cada: “él”, “la”, “los”, “las”, “todos”, etc… que encuentre en los párrafos. Pero si como cristiano quieres ser más “inclusivo” comienza predicando más el evangelio.