Son solo “detallitos”

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He aquí un pasaje no apto para la generación cristiana de cristal, para esta época en la que lo único que se puede hablar es “lo bueno del prójimo” y aceptar los pecados, perdón, las equivocaciones, perdón… la “libertad” que cada cristiano ha escogido lejos de Cristo. Tal vez después de que descubran este pasaje terminarán por eliminarlo en ediciones posteriores y “cristalinas” de la biblia, porque ¿cómo puede ser posible que esta vez la comparación entre dos personas la haga Jesús y de manera tan directa?, él es quien marca las diferencias entre ambas (lee Lucas 7:36-50).

“Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.“

(Lc.7:36)

El fariseo quizá (y nótese que lo digo con duda) había empezado bien al rogarle que comiera con él, Jesús aceptó la invitación, así que el hombre tenía una gran oportunidad de aprovecharlo para crecimiento de su vida espiritual; en un momento observarás como desperdició esa comida con el Señor. Por el momento veamos a la mujer,

“Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.”

(37-38)


No había sido invitada pero cuando se enteró que Jesús estaba en casa del fariseo llegó para adorarlo: se humilló, lloró y besó sus pies, luego los secó con su cabello (no la confundas con María, quien hizo algo parecido, esta es otra mujer). Pero cuando el fariseo miró lo que la mujer estaba haciendo, dijo: “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (v.39).

“Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.”

(44-46)

En lugar de aprovechar la presencia de Jesús en su casa, como lo hizo la pecadora, fue un incrédulo, con una mente llena de prejuicios e incluso despectiva hacía el Señor; quizá había considerado la posibilidad de que era profeta, pero con algo tan simple decidió que no lo era, Jesús no satisfizo sus expectativas. 

Por su orgullo no se acordó de darle agua a Jesús para lavarse los pies y mucho menos una toalla, lo cual era un gesto de buen recibimiento, la mujer los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.

No le dio un beso como señal de amistad y bienvenida, ella no había dejado de hacerlo.

Tampoco le puso un poquito de aceite perfumado antes de la comida como se acostumbraba, en cambio la mujer había traído a sus pies un perfume costoso.  Es claro que el fariseo lo había invitado a comer, sin embargo en su corazón no era bienvenido.

Los “detallitos” (y entiéndase que uso la palabra con sarcasmo) que “olvidamos” son las señas más delatoras de nuestra actitud hacía el Señor; muestran la importancia que él tiene en nuestra vida. No es solo “hoy no leí la biblia” sino “había cosas más importantes que escucharlo”, tampoco es solo un “hoy no oré” sino “hoy no quise hablar con él o depender de él”, ni es solo un “hoy no lo alabé y adoré” es “había algo más prioritario que agradecerle por quién es y por lo que ha hecho”, mucho menos es “fue un pecado pequeño” sino “es un hábito pecaminoso que quiero seguir haciendo a pesar de que vaya en contra de la santidad de Dios” y no es solo “hoy no confesé mis pecados” sino “no tengo nada que arreglar con él” y la lista la podemos estirar cuanto queramos, pero creo que el punto ya está claro.

¿Que “detallitos” estás “olvidando” delante del Señor?

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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

por Lester H. Delgado

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

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