El algoritmo no conquistó a Dios

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Hubo un tiempo en que las culturas eran cultas y para entenderlas debemos repasar unos cuantos libros, pero si alguien quiere entender la cultura de la generación actual necesita pagar una suscripción a los streamings con las películas y series del momento, o pasar unas horas viendo Tik Tok, que incluyen una plaga de fragmentos de podcasts en los que se habla de todo: desde videojuegos hasta religión, por bocas que todavía no pueden decir tres palabras buenas en cinco, y que no tienen más preparación que otros streamers que se montaron a alguna tendencia.

Sabemos que el algoritmo responde al contenido que consumimos; si vemos The Chosen al siguiente día tendremos diez “inspiradoras” sugerencias en la sección “Cosas que quizá te gusten”; si ves un reel de un influencer cristiano haciendo comedia, la próxima vez tendrás el triple de comediantes cristianos burlándose de Pedro, aunque en la vida real el gallo ya les haya cantado un centenar de veces. Esto no es Dios hablando, es el algoritmo queriendo que sigas pegado al teléfono o convenciéndote que no necesitas cancelar la suscripción. No podemos confiar en el algoritmo para sobrevivir ni académicamente ni como cristianos en un entorno que nos es contrario, todos los resultados de los reels en las redes superan por decenas a los pequeños fragmentos que pudiesen ser útiles para el crecimiento espiritual, en el mejor de los casos, si hay algún “algoritmo cristiano”, solo produce cojos espirituales que están a punto de amputarse la pierna buena.

Aunque los párrafos anteriores ya resaltan un problema, el verdadero lío está de este lado, los millares de jovenes que cada diez minutos vuelven al celular para seguir siendo influenciados por aquellos que tienen un micrófono. No estoy hablando de un futuro caótico, sino de un presente palpable en el que no puedes quitarle la mirada hipnotizada a un muchacho para que lea y conecte dos o tres líneas en una biblia de papel; su mundo, su educación, su cultura, o usando una palabra más sofisticada: su cosmovisión, está en educadores no piadosos que con nada más que una cámara han entrado en el terreno de las personas “religiosas” porque que las verdades bíblicas ya no son propias de la vida cristiana.

Es que pareciera que el entorno dominado por los medios ya los ha convencido que Dios ha sido conquistado, capturado por su enemigo para que no se atreva a levantar un dedo en contra. Como seguramente pensaron muchos en el tiempo de Daniel: cuyo primer versículo del primer capítulo ya nos describe la derrota del rey de Judá y para el segundo versículo la escena es tan lamentable como el día de hoy, porque aquella derrota también se evidencia en las cosas de uso espiritual:

Y el Señor entregó en sus manos a Joacim, rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios, y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios.”

En una una batalla en la que Joacim el rey que representaría al Dios que dice ser el protector de Israel (mal representante hay que decir) y Nabucodonozor a sus dioses falsos, pareciese que el Dios de la biblia ha perdido, porque aún las cosas para su culto han acabado en la casa del dios del infame rey de Babilonia, y su gente en manos de una cultura de religión extraña. ¿Qué esperanza hay para los seguidores del Dios bíblico? ¿Porqué vale la pena seguir el camino que Su palabra ha dictado por años si ya estamos capturados por enseñanzas nuevas, extrañas y dominantes?

Estoy seguro que estas son las mismas preguntas que se hicieron muchos jóvenes “nacidos en iglesia” y que creían haber abrazado la fe en la palabra, al ver que a los alrededores les dejó importar el Señor de la biblia y que aún así tenían “éxito” (cómo sea que este se viera), consideraron que el algoritmo tenía un camino mejor y se hicieron esclavos de él a voluntad o por miedo a quedarse solos con creencias viejas que parecen débiles, porque ¿qué es eso de “Bienaventurados los que lloran”?

Sin embargo el día comienza a dejar los colores negros cuando levantamos la mirada del algoritmo que nos ha tenido hipnotizados, haciéndonos creer que no hay lugar ni oportunidad para los principios bíblicos de la antigüedad y que nuestro Dios está de manos atadas; entonces notamos que, como en el versículo arriba mencionado, el cual comienza con la acción de Dios (“Y el Señor entregó…”), no es él quien está capturado, sino que es él con su plan que está por hacer relucir su poder en cuatro jóvenes: Daniel y sus amigos, a quienes “los grandes” les cambiaron los nombres pero no sus lealtades. Quienes expuestos día y noche a la educación extraña, fueron diez veces mejor que el resto (1:17-20) y que sometidos a la presión del rey y un pueblo completo que incluía conocidos arrodillándose ante una estatua, dijeron que no era necesaria una respuesta, porque preferían morir antes que quebrar sus rodillas para adorar lo que los demás ya habían aceptado (3:16-8).

Cuando el algoritmo nuble el futuro con su realidad, no es señal que Dios ha sido capturado sino más bien el aviso de que él hará que Daniel y sus amigos resurjan en aquellas miradas que se levanten de la pantalla con la intención de no contaminarse con la comida del rey (1:8); ¡Ya es hora de que levantes la mirada!

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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.