Uno de los primeros recuerdos de “Santidad” que tengo de niño es de una visita en casa, conocida de mis papas, y por supuesto cristiana; entre conversaciones le pidió un vaso de agua a mi mamá y ella se lo dio, justo después del primer sorbo dijo de manera elocuente y con actitudes poéticas (no miento), casi teatrales: “Bendita agua que Dios nos ha dado desde el cielo”, recuerdo haberme sentido más chico de lo que era, e incapaz de recrear esa forma “cristiana” de hablar. Si eso era hablar como cristiano, cosa que se suponía que yo era, estaba muy lejos de parecerme a uno
Ahora, no me mal entiendas, porque no lo digo como una crítica, porque sé muy bien que aquella señora era cristiana porque su testimonio sigue igual hasta ahora, no sé si su lenguaje siguió pareciéndose al de la Reina Valera 1909, pero de que era espiritual, lo era.
Pero también tenemos en el otro extremo de la pintura a aquellos cristianos que no lo parecen, no tienen lenguaje elevado (no que eso sea ser cristiano) pero si lo tienen muy bajo (que tampoco es de cristianos) irreverente y muy sospechoso para nombrarla “lengua convertida”, estos mismos que si nunca tocas el tema “religioso” tampoco traerán al “pan de vida” a la mesa para que te enteres que son seguidores del Señor.
Estos son los mismos que a menudo cuando te atreves a hablar con propiedad acerca de “x” comportamiento como “bueno o malo” se quedan en la sombra del resguardo para decir: “yo soy cristiano, pero no de esos que todos lo espiritualizan o santifican” y que cuando escuchan de alguien que está esperando conocer la voluntad de Dios para un paso importante de vida, tienen el disparo preparado en su lengua: “tampoco hay que ser así de santo, no hay porqué exagerar”.
Ni hablar de lo que publican en redes bajo la mismas sombrillas anteriores, pero, si bien no tenemos porque tener aquel lenguaje del Quijote de la Mancha para ser espirituales, ni llevarnos el revés de la mano a la frente como si fuésemos actores de un drama antiguo, sí hay que decir una cosa: que todos los que decimos ser cristianos estamos llamados a comportarnos como verdaderos hijos de Dios. No es negociable, si todavía no me creen, háganme favor de leer el siguiente versículo y con eso tienen para rato:
“… a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro…” (1 Cor.1:2)
Prácticamente, según Pablo, los que tienen la responsabilidad de ser santos son tres grupos:
1. Los líderes
El primero es el de Pablo y Sóstenes, quienes aparte de ser los que envían la carta (mira el versículo 1) están representando a los lideres espirituales. La carta está buscando corregir vidas no santas, lo mínimo que podemos deducir es que Pablo y Sóstenes vivían esa vida piadosa que predican. Por supuesto no nos detendremos mucho aquí, porque es sabido por todos que aquellos que se presentan como líderes son responsables de ser espirituales, buscando la santidad en todo lo que hacen; por eso no es extraño que los jueces, que están escondidos detrás de los arboles, salgan con pólvora en sus indices cuando alguno de estos fallan. En esas ocasiones también sorprende que las personas que no creen en el Señor como Salvador señalan la falta de santidad, al menos en la parte moral, en los dirigentes cristianos; el incrédulo es un experto en santidad siempre y cuando no se trate de su vida y sí de algún pastor o líder cristiano conocido.
2. La iglesia
El siguiente grupo es la iglesia de Corinto, porque dice “…a la iglesia que esta en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…”, aquí debemos usar un poco de doctrina en cuanto a la santidad, la iglesia de Corinto era, como todos sabemos una iglesia que tenía una decena de “colas que machucarle”; desde pecados “comunes” como peleas (1:11) hasta casos sexuales escandalosos, como el de alguien teniendo a la mujer de su padre (5:1), cosa que no eran tan normal incluso entre los incrédulos; pero Pablo les llama “santificados en Cristo Jesús” y esto ya suena demasiado bueno para ser verdad, y claro que lo es, si “googleas” rápidamente los requisitos que la iglesia católica romana tiene para canonizar a alguien, es decir, para “declararlo santo”, te vas a dar cuenta que los de esta iglesia no podrían ni siquiera llenar un formulario, pero seguía siendo verdad eso de “santificados”.
Porque la santificación es algo que Cristo ya hizo por su iglesia (ver Ef.1:4; Heb.10:10, en serio léelo) por medio de su muerte en la cruz; sabiendo esto, comprendes que cuando Pablo les dice “santificados” está hablando de un regalo, una posición gratuita que el sacrificio de Cristo les otorgó; la posición celestial y el título estaba logrado por él, lo que ellos no estaban “trabajando” a pesar de tener al Espíritu Santo, era la santidad practica diaria, que es la otra cara de la santidad.
A través de la iglesia de Corinto puedes reflejar a cualquier otra iglesia cristiana, todo creyente en Cristo es la iglesia y todos ellos han sido santificados por el sacrificio de Cristo, independientemente de si en este momento tienen o no pecados no confesados en el corazón. Pero todos ellos, también, sin importar si tienen el corazón limpio o no en este instante, todos (permíteme ser insistente), tienen la responsabilidad de buscar la santidad: “llamados a ser santos”.
Antes que venga el divergente a decir que ninguna iglesia es perfecta, quiero decirlo yo: ninguna es perfecta, pero cualquier imperfecto pecador que ha sido salvado por Jesús, que asiste a la iglesia, tiene que buscar la santidad práctica, es decir: apartar y dedicar su corazón solo a Dios, alejarse de cualquier devoción que no sea él, noche y día, día tras día.
3. Cualquiera, en donde sea
Como siempre hay alguien que se cree “especialito” entre el rebaño, queriendo ser la oveja negra que el Señor tiene que amar por disruptiva, pero cuya negrura da mas sospechas de ser lobo encubierto, para él es la aclaración que sigue en el versículo que tratamos en este ensayo “…llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo…” (RVR) osea: todos los que dicen buscar al Señor tienen la responsabilidad de buscar la santidad espiritual, de obedecerlo, porque él es Señor y el cristiano es su esclavo.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que, si un “cristiano” no está dispuesto a buscar la santidad en todo lo que hace, dice, oye o piensa; le convendría no decir que es cristiano, porque este pequeño pasaje nos deja ver de manera simple que desde el líder hasta el asistente mas nuevo de una iglesia, si dice ser cristiano, esta llamado a ser santo en cualquier lugar.
Sin embargo, todos los que queremos buscar la santidad tenemos su ayuda, me encanta la manera en la que Oswald Chambers lo pone, dice: “La consagración es nuestra parte, la santificación es la parte de Dios, y tenemos que decidir deliberadamente interesarnos solo en aquello en lo que Dios está interesado.”
Todo lo que tenemos que hacer es caminar en esa dirección, apartando y dedicando el corazón a él en cada actividad, situación y pensamiento de nuestro día, aun en los momentos de prueba, eso es lo que Pedro dice también: “Santificad a Dios en vuestros corazones…” (1 Pedro 3:15), cuando consagramos el corazón a él, él mismo nos santifica, el único paso que tenemos que dar es obedecer su llamado. Cualquiera que se diga cristiano o seguidor de Jesús o incluso “espiritual”, que no está comprometido con la santidad de Dios es, en el mejor de los casos, un forajido.