¿Cuánto cuesta la silla quebrada De la Iglesia?

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Los que vinimos de esas iglesias en las que no había un sofisticado sistema de sonido sino un órgano y que tampoco contaba con las últimas herramientas de la tecnología, nos topamos alguna vez con el individuo que compra cosas para “el servicio del Señor” pero con letras pequeñas de los que no pueden usarlas porque se arruinan. Después de todo: “costó una fortuna”.

En mi caso, no es que la iglesia en la que crecí se haya quedado alabando a Dios con un megáfono antiguo, pero si recuerdo la primera vez que compraron un proyector con el apoyo y ofrendas de todos los hermanos, incluso de los jóvenes; fue destinado para el uso de todos menos de los jóvenes y siempre bajo la llave que se encontraba en el bolsillo de algunos privilegiados.

O en mi época de pastor de jóvenes cuando recibí los reclamos de algunos “mayores” porque el domingo en la mañana había amanecido una silla quebrada, y que seguramente sucedió en la actividad de los jóvenes. No importaba si los jóvenes escucharon y recibieron la palabra porque aquella pata no estaba unida a la silla de plástico con un valor equivalente a 6 dólares, y si el precio te parece muy alto por el “tipo de cambio” en tu país, sigue leyendo, este escrito es para ti.

No me malentiendan, estoy de acuerdo en que las cosas que el Señor nos da para que administremos hay que cuidarlas, pero estoy en contra de que la silla sea más importante que el que se sienta en ella. Las cosas materiales son solo la ayuda para presentar el mensaje del Señor y no son nunca lo principal.

¿Recuerdas a Jeremías? el profeta que predicó por años y que “tuvo pocos convertidos”, fue alguien que no escatimó recursos para servir al Señor; por lo menos en dos ocasiones reicibió la orden de “ir de compras” para entregar el mensaje de Dios:

“Así me dijo Jehová: Ve y cómprate una faja de lino…”

(Jeremías 13:1 RVR)

Un cinto que tuvo que utilizar para efectos de su mensaje porque el Señor se lo pidió, pero no para usarlo cual corbata que el predicador compra para verse más formal, respetado o, para algunas iglesias, “más espiritual”, sino más bien para lo siguiente:

“Toma la faja que compraste, que está sobre tus lomos, y levántate y vete al Eufrates, y escóndela allá en la hendidura de una peña.” 

(13:4 RVR)

Después de muchos días Dios le ordena que vaya a donde lo escondió para sacarlo, él mismo nos cuenta esto:

“Entonces fui al Eufrates, y cavé, y tomé la faja del lugar donde la había escondido; y he aquí que la faja se había echado a perder; para ninguna cosa era de provecho” 

(13:6 RVR)

Y de inmediato Dios le explica la razón a Jeremías por la que le hizo comprar aquello y esconderlo para que se echase a perder:

“De esta manera echaré a perder la soberbia de Judá, y la mucha soberbia de Jerusalén. Este pueblo que rehúsa oír mis palabras, que anda en la terquedad de su corazón, y que va en pos de dioses ajenos para servirles, y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como esta faja, que para ninguna cosa es de provecho.”

(13:9-10 RVR)

Imagina que alguien del pueblo se acerca a Jeremías para quejarse de que se echó a perder un muy buen cinto y que la lección no justifica el gasto. Cómo sea, capítulos más adelante encontramos otra compra que el profeta tuvo que hacer:

“Así dijo Jehová: Ve y compra una vasija de barro de alfarero…” 

(19:1 RVR)

Del versículo dos al nueve el Señor habla del pecado del pueblo y la consecuencia de él, el mensaje no es nada fácil de digerir y todavía con eso habrá un elemento gráfico para que el mensaje impacte a los oyentes, aquí es donde entra la vasija:

“Entonces quebrarás la vasija ante los ojos de los varones que van contigo, y les dirás: así dice Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de alfarero, que no se puede restaurar más…” 

(10-11 RVR)

Esta es la segunda compra que hace Jeremías para entregar el mensaje al pueblo, y la segunda que también se compra para echarse a perder; todavía no encuentro el versículo en el que él exprese su preocupación por el dinero en la billetera o molesto porque las cosas que compró de sus fondos no tendrán un segundo uso. 

Tampoco existió una conversación parecida a esta: Jeremías, ve y compra una vasija para el mensaje que vas a entregar, a lo que él responde “¿Nada más para quebrarla, Señor?, ¿cuánto nos va a costar eso?, el cinto que compré solo lo usamos una vez, no puedo estar gastando dinero solo para destruir lo que compro, el dinero es para la obra, es dinero sagrado”. Lo que importaba de las compras de Jeremías era el mensaje del Señor, no su valor.

Esto también me lleva a pensar en lo que Pablo dijo “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.” (2 Corintios 12:15), no solo sus recursos económicos sino su misma persona, tal como Jeremías, a ninguno le importaba “echarse a perder” o “tener un segundo uso”, porque el Señor los había mandado a hablar a las almas y eso era todo lo que importaba.

El servicio al Señor requiere que gastemos de nuestra bolsa por amor a las personas, con tal de entregar el mensaje, y esto aunque las personas sean pecadoras sin deseos de un cambio espiritual, o que la inversión que hicimos produzca menos amor hacia nosotros como en el caso de Pablo y también de mi profeta favorito.

Nunca vas a estar dispuesto a gastar de lo tuyo si primero no estas dispuesto a gastarte tu mismo, si le asignas tanto valor a las cosas inanimadas como las sillas quebradas y piensas que no merece la pena “tanto sacrificio” material, obviamente mucho más valor vas a asignarle a a tu vida, trabajo y billetera. 

El servicio al Señor necesita más gente como los hermanos de 2 Corintios 8:3-5: “Pues doy testimonio de que espontáneamente han dado conforme a sus posibilidades, y aun más allá de sus posibilidades, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperabamos, sino que se dieron a sí mismos primeramente al Señor, y luego a nosotros por la volntad de Dios..”

He estado en actividades en las que se ha hecho inversión, se ha predicado el evangelio y ha habido muchas decisiones por Cristo, también he estado en las que se ha gastado dinero y recursos de la iglesia y las decisiones espirituales se pueden contar con una mano, y también, aunque quisiese no contarlas; he estado en las que se ha puesto “plata” y no se ha sabido de un alma que pase de muerte a vida. ¿Cuál de todas ha sido la más respaldada por Dios?

Si decimos que las primeras dos por “la recompensa” de almas que obtuvo nuestro dinero y recursos, entonces el profeta Jeremías nos queda mucho a deber a los críticos economistas del reino de Dios y que ni se diga al Señor mismo. Pero sabemos que Jeremías predicó por décadas, sin muestras visibles, mas con toda la aprobación del Señor. Cuando el profeta compró el cinto y la vasija no estaba pensando en el precio, sino obedeciendo, pensando en el mensaje que el Señor quería entregar con esos elementos y en las almas rebeldes que escucharían ese mensaje. No se lamentó de gastar “en vano” porque pensara que hiciese lo que hiciese no escucharían; nada es una inversión en vano si predicamos fielmente el sano evangelio del Señor.

El punto de esto tampoco es decirles que gastemos “a lo loco” sin planear con la dirección sabía del Señor, sino poner en orden los valores en nuestro corazón: si nos negamos a continuar invirtiendo en el servicio a Dios por la silla de la iglesia que se quebró el día que un alma escuchaba el evangelio o la sana doctrina de la biblia, entonces debemos reconsiderar cuánto en realidad vale aquella silla.

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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

por Lester H. Delgado

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

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