Cuando el “¡Qué me importa!” no importa

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Después de dar una conferencia en mi propio pueblo, mi familia y yo caminábamos regresando a casa por la calle principal, entonces un niño se acercó con un gorro en sus manos para pedirme limosna; a decir verdad, acá es muy bien sabido que padres irresponsables son los que obligan a sus hijos a pedir dinero en la calle y que de lo recolectado ni siquiera les dan de comer, por eso no suelo dar cuando se acercan, pero no sé, quizá haya sido por que mi hija de seis años venia conmigo y mi hijo de 4 de la mano de mi esposa y quería aprovechar para enseñarles que mientras podamos debemos ayudar; decidí poner unos cuantos billetes en el gorro del niño y también dos monedas de veinticinco centavos. Ya estaba, la lección y el buen ejemplo se había dado y todos felices… por un instante nada más.

Avancé tal vez unos cinco pasos cuando sentí unos tirones en mi chaqueta, me giré y miré al niño que ahora ya no estaba humilde sino enojado, reclamándome que solo le había dado dos monedas de veinticinco centavos; le hablé con paciencia y amor, casi como lo hago con mis hijos, explicándole que le había dado más dinero y que buscara bien en su gorro (ahora que lo pienso ¿qué tan profundo sería ese gorro para que el niño no encontrara los billetes?), pero no se molestó en buscar, sino que seguía exigiéndome que le diera más. Insistí una, dos y creo que hasta cuatro veces que le había dado más y que buscara, pero no sirvió de nada, porque con cada explicación su reclamo se volvía más escandaloso. Me cansé y le dije a mi familia que siguiéramos caminando, con una frase silenciosa en mi mente: “¡Qué me importa!”

La verdad es que te acabo de contar una historia con el contexto necesario para que yo no quedase tan mal en ella, tal vez ya estés analizando mi proceder y viendo la validez de mi actitud aquel día, pero con sinceridad, me dejó de importar la necesidad (si es que la había) o lo que sea que aquel niño o sus padres estuviesen tramando. El contexto es todo cuando decidimos ayudar o no, pero hay algunas ocasiones en que en verdad existe una necesidad y en verdad los cristianos debemos suplir a los necesitados pero seguimos diciendo “¡Qué me importa!”, te lo explico con una historia bíblica muy conocida:

¿Recuerdas la alimentación de los cinco mil en Mateo capítulo 14?, en ese capítulo escuchamos, quizá, uno de los “¡Qué me importa!” más descarados de labios de los discípulos,

“Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer.” Mateo14:15

Aclaro que este no es un escrito que se dedica solo a criticar a los discípulos; más bien es la descripción de una imagen en el espejo, porque observando los problemas de ellos, con un poco de atención, logramos enterarnos de lo que está mal en nosotros.

Perspectiva errada

El problema no es la imagen que vemos sino cómo la vemos. Personalmente tengo problemas para aceptar el “arte abstracto” porque comparto lo que algunos que saben del tema dicen: que si tienen que explicarte una obra de arte ya no es arte. Disculpen mi ignorancia pero no puedo tener palabras profundas en cuanto a las pinturas de un tal Joan Miró con sus líneas serpenteantes o rectas que a mi ojo no entrenado no expresan nada. Alguno que mira las mismas pinturas que yo observo de Joan Miró, dirá que me falta este y aquel conocimiento para lograr apreciar dichos trazos y que por eso mi perspectiva y postura es de poco menos que un ignorante. No puedo entender como sus pinturas pueden ser tan valiosas e importantes para algunos en la historia del arte.

Los discípulos vieron lo mismo que Cristo, la biblia nos describe el mismo cuadro con la perspectiva de dos mentes, la de los discípulos:

“…El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer.” Mateo14:15

Y la de Jesús:

“Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman estos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.” Juan 6:5-6 (Énfasis agregado)

Las palabras de Jesús contienen más que una mera pregunta lanzada al aire, describen algo interno, que creo que puedo ejemplificar con otras de sus palabras en una situación similar, la alimentación de los cuatro mil:

“En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.” Marcos 8:1-3

No es que Jesús estuviese viendo una pintura de cinco mil personas diferentes a la que estaban viendo sus discípulos, el problema era la perspectiva de los discípulos, vieron exactamente lo mismo que Jesús: que el lugar era desierto, que ya era tarde y que la gente necesitaba comida y además ¡no había! (15); y si agregas las palabras de Felipe “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco” (Juan 6:7) podrás entender mejor la razón por la que los discípulos dijeron “despide a la multitud”, “para que vayan por las aldeas…” y para que “compren de comer”, es decir:¡No es problema nuestro y no queremos que lo sea!”, casi podemos escuchar la famosa frase de Peter Parker de la primera película de Spiderman “Tus necesidades no son problema mío”. A Jesús le importaba esa gente, a ellos no tanto.

Manipulación divina (al menos el intento)

“El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud…”, claro, como si Jesús necesitara enterarse de la situación, como si los discípulos tuviesen que hacerle ver la realidad de las cosas y cómo debía actuar ante las circunstancias. La perspectiva desde la que los discípulos estaban viendo las cosas los hizo errar (por no decir pecar) siendo irreverentes, diciéndole al soberano creador del universo que no alcanzaba la comida y que ni ellos ni él podían o debían hacer algo; “Señor, si no nos importa a nosotros tampoco debería importarte a ti”

Oportunidad ignorada (pero sin éxito)

“Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer” (16)

Los discípulos en su perspectiva errada y su irreverente intento de manipulación se habían olvidado de con quién hablaban, y por poco pierden una oportunidad de ministerio. Jesús en sus palabras está enfatizando que lo que habían creído no les tocaba solucionar y querían ignorar, en realidad tenía todo que ver con ellos, les estaba diciendo que debía importarles. Les estaba dando la oportunidad de dirigir sus miradas hacia él.

Gracias a Dios que cuando nosotros miramos las necesidades reales de los demás y pecamos pensando que es una carga que tenemos que quitarnos de encima, el Señor nos regresa al cuadro para una segunda mirada, porque no está dispuesto a que sus discípulos se queden con la perspectiva egoísta sino con la divina, nos regresa a ver la circunstancia como él la está viendo. Si lo pensamos con un poco más de cuidado nos daremos cuenta que el meollo de todo el esfuerzo de deshacernos de la necesidad ajena es en sí una evidencia de nuestra falta de fe en él para servirle y ver su provisión, de la duda de verlo actuar a través de nosotros; por eso nuestros esfuerzos para liberarnos.

Conocemos el resto de la historia, los discípulos tienen cinco panes y dos peces (17) y Jesús ordena que se los den y el hace el milagro de la multiplicación para alimentar a todos. En medio de esa parte del relato empezamos el siguiente versículo:

“Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud 19

Las necesidades de las personas son parte del ministerio, hacen que el servicio a Dios se produzca, siempre en este orden: El Señor soluciona el problema (en este caso era un problema de comida), Él da la solución a sus discípulos y los discípulos a la multitud. Así funciona el ministerio. Por eso el “¡Qué me importa!” es algo terrible para el corazón del creyente.

Por último aquí hay algunos pasos simples a seguir cuando en el servicio a Dios nos encontremos con necesidades de la gente y sus dificultades:

  1. Identifica la necesidad, pero medita en tu perspectiva ¿es la que el Señor quiere que tengas o está saliendo de un corazón engañoso y perverso?, no te olvides que Dios está viendo lo mismo que tú y lo que interesa es lo que el quiere hacer.
  2. Lleva la necesidad y “los panes y los peces” (es decir lo poco que tienes) con el Señor en oración, él es el que soluciona las cosas no tú, tú solo eres el discípulo que sirve, él se encargará de proveer para cada uno de los cinco mil. Por favor no digas “¡Qué me importa!”
  3. Dale a las personas lo que el Señor te ha provisto. Sírvelo.
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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

por Lester H. Delgado

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

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