“El rico siempre humillando al pobre”: 4 preguntas para descubrir tus motivaciones.

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Mr. Beast es un youtuber norteamericano con millones de seguidores, sus videos alcanzan millones de vistas el mismo día que se publican; es un tipo agradable capaz de caerte bien en los primeros segundos de sus videos, pero tampoco nos engañemos, aunque estos tienen un trabajo de edición impecable, gran parte de su éxito viral es el contenido de la mayoría de ellos: básicamente son diez o quince minutos poniendo a personas en desafíos más fáciles que difíciles para poder regalarles una cantidad sin sentido de dólares, muchas veces a personas que de verdad lo necesitan. Ya lo dice la descripción (en inglés) de su canal: “No me envíes correos electrónicos pidiendo dinero, yo regalo dinero porque me hace feliz”; ¿porqué esto lo hace feliz? esa es una pregunta que no pretendo responder porque no conozco sus motivaciones, solo sé que muchas veces hay una cámara encendida cuando lo hace.

Como todos tenemos una cámara en el bolsillo del pantalón lista para usarse, también tenemos la tentación de publicar una foto con un niño, que nos parece mugriento antes de sacar el celular, tomarnos una foto con él y publicar: “Este niño hermoso me ofreció chicles mientras estaba comiendo, le compré dos y también le di lo que sobraba de mi menú de McDonalds”; todos ganan ¿no?, el niño vendió, comió sobras (pero comió) y tenemos sesenta “me gusta” en redes. Ahora, luego de mi ejemplo exagerado (pero que sabes tiene verdades), es probable que digas: “eso lo hace la gente mala, orgullosa y sin cerebro, hay gente que ayuda al necesitado de manera correcta”, y esa es principalmente la razón de este ensayo:

Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mateo 6:2-4, LBLA)

Debido a que malos y buenos dan “limosnas” al necesitado, te conviene saber en cuál de los grupos estás; si quieres que Dios recompense tus buenas obras más te vale poner atención a tus motivaciones, para descubrirlas te dejo aquí 4 preguntas que debes hacerte:

1. ¿QUIÉN QUIERO QUE VEA?

La palabra “limosna” está completamente relacionada con ayuda de caridad a los pobres y digo “ayuda” porque no solo se refiere a dinero sino a cualquier acto de bondad que puedas hacer por ellos. Además nota que Jesús no es que prohíba la limosna, sino más bien la menciona como un hecho que debería ser cotidiano en la vida de un judío en aquella época, y por supuesto, de un cristiano en el presente. Pero junto con el problema de dar (problema que tenemos muchos pero que no tocaré en este momento) está el de a qué cámara apuntar el acto de caridad que estamos haciendo.

El versículo previo al pasaje de arriaba (o sea el 1) dice que debemos cuidarnos de hacer nuestra justicia para ser vistos por los hombres; precisamente porque ese es el principio que debes seguir; es decir, que si necesito tener un video o una foto de cuando doy limosna para luego subirla a redes, estoy escogiendo los ojos equivocados. Por supuesto que sabes que los ojos de Dios son los que importan, esto es el “abc” del cristiano, pero si te detienes lo suficiente para considerarlo te sorprenderá la cantidad de cosas que haces para el ojo humano y no para el de Dios.

2. ¿CÓMO QUIERO HACERLO?

Jesús dijo “No hagas tocar trompeta delante de ti” (6:2) para anunciar que vas a hacer algo por alguien; para que todos puedan ver lo “sensible a la necesidad” y bondadoso que eres. Dice más adelante “…no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha…”, dar con el nombre de “anónimo” es algo que no nos gusta y creo que es en parte, porque muchas veces el sacrificio o la buena obra es “muy grande” en tu mente como para que no lleve tu “firma”; pero cuando piensas en que la ayuda a los pobres (a los otros pobres como tú) es un servicio que estás haciendo para Dios, tal obra de caridad se encoje a medida que reconoces el majestuoso sacrificio que Cristo hizo por ti. Lo que tienes que descubrir es si tu “buena obra” la quieres hacer anunciándola para que todos se enteren o en el anonimato, siendo reconocida solo por Dios.

La persona que me discipuló me contó que en una ocasión entregó unos diplomas frente a los hermanos de la iglesia, pero por alguna razón se olvidó de entregarle a una persona; después de la reunión se acercó para pedirle perdón y entregárselo, esta persona le dijo que no se lo recibiría si no se lo entregaba en público, también me contó que por eso, esa persona nunca recibió dicho diploma. Ni le daría gusto al ego de la persona ni tampoco entregaría un diploma para que ambos fueran visto por los hombres.

3. ¿DÓNDE QUIERO HACERLO?

“No hagas tocar trompeta delante de tí, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres” (6:2)

Los espirituales dan limosna, los hipócritas también, la diferencia es el lugar. Los hipócritas buscan un lugar en donde los puedan ver; las sinagogas (una congregación) o en las calles (un lugar frecuentado) pero la regla es alcanzar la mayor cantidad de ojos; por eso Youtube, Instagram y Facebook está repleto de fotos y reels de buenas acciones, y Twitter cundido de quejas hacia los que no hacen obras tan buenas como las nuestras (aunque las nuestras parezcan más actuadas que drama navideño de niños de escuela dominical).

En cambio el cristiano espiritual tiene otro lugar: “en secreto” y este no es un lugar físico o geográfico sino uno en el interior del corazón, un lugar en el que solo Dios puede ver, recuerda que “dar limosna” es un servicio que hacemos para él y no necesitamos público, no podemos decir que es para Dios y dárselo a los hombres.

4. ¿QUÉ RECOMPENSA QUIERO?

“Recompensa” es algo que es pagado de vuelta, que es restituido, es el significado que Jesús le da a la palabra cuando dice “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendrés recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (6:1) y lo dice porque en otra parte también Dios dijo: “A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” (Prov.19:17), entonces la recompensa es un hecho, a menos que quieras la de los hombres: en ese caso ya no hay más qué esperar: “…para ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.” (6:2 LBLA), porque esa es instantánea y sin durabilidad, es decir, que es todo lo que obtendrás; unos cuantos aplausos, unas débiles palmadas en la espalda y unos míseros “me gusta”, es un premio bastante bofo en verdad.

He oído muchas canciones románticas inspiradas en lo hermosa que es una muchacha o lo atractivo que es un hombre, pero todavía no he conocido (digo “no he conocido” no que no haya) una en donde el cantante se haya inspirado en su propia belleza y se haya escrito una canción con la poesía más dedicada para presumirse al mundo, y si lo hay, creo que estás de acuerdo en que es en sí algo ridículo y hasta ofensivo. Lo que quiero decir con esto es que, cuando hacemos algo por los necesitados para ser vistos por los hombres y ser alabados por ellos en realidad estamos haciéndolo para nosotros mismos; inspirándonos en nuestras obras hipócritas para componernos poemas divinos que alimentan nuestro orgullo.

En resumen, te darás cuenta que tus motivaciones son en serio bíblicas, correctas y de corazón cuando descubras que estas ayudando al necesitado para los ojos de Dios; que no te importa que sea en el anonimato sin que nadie sepa lo que estás haciendo por ellos; que lo estás haciendo en privado delante de Él y por tanto, lo único que te interesa es el tesoro en el cielo, a donde las cámaras de tus paparazzis no pueden entrar.

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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

por Lester H. Delgado

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

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