Antes de empezar a hablar del gobierno y que mi comentario se quiera tomar como si de una defensa a cualquier gobierno actual se tratara, quiero presentarme: soy un pastor, y no uno reconocido e itinerante (y menos en cuarentena), agreguen a esto que no soy ni siquiera el pastor principal de una iglesia (unos zapatos muy difíciles de calzar), sino el pastor de los jóvenes de una iglesia (cosa que amo con todo el corazón); pero no he terminado, tengo esposa e hijos y mis ingresos no llegan ni a salario mínimo en mi país; por si fuera poco, no estoy ni cerca de recibir una ayuda o un cheque del gobierno y estoy bien con ello, pues no confío en ninguno, y esto no es una cuestión de pertenecer a la derecha y menos a la izquierda. Algunos dirán que no entiendo de política y pueden estar muy acertados, pero si entiendo de vida cristiana y eso, está por encima de cualquier cosa (el cristiano que no lo piense así debe reconsiderarse con suma urgencia y seriedad). Mis razones para desconfiar de cualquier gobierno son estas:
Principiando con que nunca voy a estar preparado para estar contento con todas las acciones que un líder nacional pueda tomar, por sí mismo el corazón humano no lo está, si no, vean al líder de líderes y gobernador de gobernadores, Dios mismo, que hizo milagro tras milagro para sacar a Israel de Egipto y durante el tiempo en el desierto, y para ellos siempre faltaba más. No era cuestión de la falta de poder en los milagros sino cuestión de exceso de incredulidad e insatisfación en los hebreos (puedes ver todo el Antiguo Testamento para esto y rematar con el libro de Hebreos en el Nuevo Testamento para corroborar lo que te digo).
Lo segundo es que tengo siempre en mente: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.” (Jer. 17:5), permíteme aplicar esto de la manera más sencilla, o incluso, primitiva: ¿porqué “maldito”?, ¿qué más maldito puede estar un hombre que decide poner su confianza, su felicidad y su tristeza en otro igual de corrupto que él que a su vez confía en otros hombres?, sea que obtenga felicidad o inconformidad el resultado es el mismo: apartar el corazón (el nucleo de los pensamientos, emociones y lo que controla las acciones) de Dios. Por más capaces que sean los candidatos y presidentes ninguno es ideal para que “nos declaremos” malditos a voluntad para alejar nuestra confianza en Dios, todos fallarán en algún punto, esa vez que no entregue el bonbón semanal que prometió nuestro día se tornará gris y amargo.
Tercero, al buen entendedor pocas palabras: “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.” (Sal.143:3), no importa si está al poder o si perdió las elecciones, la biblia me advierte que ninguno tendrá el reposo y el descanso que mi alma necesita, no hay manera que ellos, con sus siete veces iluminados analisis políticos en twitter puedan satisfacer la calma, satisfacción y seguridad espiritual que Dios si puede darme a través de su palabra. Pondré mi completa confianza en los “príncipes” el día que aparezca uno que sea inmortal (entiéndase mi sarcasmo) pero de momento “sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos.” (146:4), sus disertaciones ganaron el premio Nobel, pero ya murió. El límite de la muerte, todos tenemos ese pequeño detalle, suficiente para humillarnos.
Cuarto, si confiar en candidatos, presidentes y gobiernos trae incertidumbre y tristeza, confiar en Dios resuelve la vida y nuestro estado de ánimo (y no estoy diciendo: “elimina los problemas” puesto que si no existieran los problemas tampoco tendríamos que disputar a que bando ofrecer nuestra confianza, Cristo mismo enfrentó problemas, por tanto no deberíamos esperar algo diferente nosotros). La biblia dice en el mismo salmo: “Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios.” (v.5), es decir que solo ese hombre encontrará felicidad y satisfacción, lo confirma también Jeremías en el mismo capítulo que leíamos arriba “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.” (17:7), osea que ese hombre que se vuelve de la dependencia en políticos a la confianza entera en Dios, no solo es feliz, sino que también es bendecido. ¿Porqué? por la clase de gobierno que él ofrece:
“El cual hizo los cielos y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay” (146:6), este es su “curriculum” y su capacidad, más impresionante que unos cuantos tweets de protesta.
“Que guarda verdad para siempre” (v.6) esta es la integridad de su gobierno, no se le olvida lo que dijo ni lo que prometió.
“Que hace justicia a los agraviados” (v.7) esta es la eficacia de su forma de gobernar.
“Que da pan a los hambrientos.”(v.7) nadie le da sermones en facebook diciéndole que se acuerde de ellos, porque hoy todos son pobres detrás de su iphone 11, pero este gobernante si conoce a los pobres, porque él habitó entre nosotros como uno y no tenía ni dónde recostar su cabeza.
“Jehová liberta a los cautivos” (v.7) él es el que puede liberar a todos los presos del antiguo gobierno de tinieblas en el cuál estábamos y en el que muchos todavía están.
“Jehová abre los ojos a los ciegos” (v.8) no solo los ojos físicos, su gobierno no maquilla las cosas que suceden ni las oculta tras mensajes de optimismo, sino que hace ver lo que ha hecho con nosotros y lo que todavía debemos dejar que corrija.
“Jehová levanta a los caídos” (v.8) los que están en la bancarrota, no la económica, sino la espiritual, los que ya no tienen fuerzas para continuar, los levanta él porque ellos no pueden por su cuenta… no podemos quise decir.
“Jehová ama a los justos.” (v.8) en su gracia y misericordia favorece a todo aquel que viva en armonía con su autoridad y que cuide guardar por la fe en él, las “leyes” de su gobierno.
“Jehová guarda a los extranjeros” (v.9) siempre protegió a su pueblo cuando estuvo cautivo en otros lugares, y esto también revela su gracias, porque el pueblo estuvo en otro reino como consecuencia de su pecado.
“Al huérfano y a la viuda sostiene” (v.9) no solo les da “una ayuda” sino que este gobernante es padre de los que huérfanos y el proveedor de la viuda que ya no tiene quién la sustente.
“Y el camino de los impíos trastorna.” (v.9) pues su gobierno no permite el éxito de aquellos que abiertamente se revelan a su modo de autoridad, exhibiendo una vida de pecado. Desbarata los planes de la corrupción espiritual y de los acólitos y partidarios del gobierno anterior (entiéndase aquí mi lenguaje figurado).
El que se llama asimismo “cristiano” tiene que entender, que aunque existen las autoridades terrenales y son puestas por Dios, debe responder a un gobierno mayor y eterno con su confianza y fidelidad. No nos amarguemos más midiendo al candidato o al presidente para ver si cumple nuestros estándares, mejor dejemos que Dios, el verdadero Soberano, satisfaga nuestras necesidades (no los caprichos), permitamos que nos mida para que conozcamos si cumplimos sus estándares; porque, seamos honestos, la mayoría de las veces: hay un hombre que está gobernando y que es corrupto, que es egoísta y que no piensa más que en su beneficio, que no gobierna pensando en los necesitados, que no cumple lo que prometió y solo ansía poder. Que solo maquilla con aparentes logros lo que se tiene que arreglar de otra manera, que no atiende de manera legítima la emergencia real, ese hombre corrupto eres tú y soy yo, que queremos gobernar nuestras vidas desde nuestros deseos carnales y que no quiere vivir en el Espíritu. Ese gobernante tiene que ceder antes que Dios venga y ateste un cruento y doloroso golpe de estado espiritual.