Oportunidad no aprovechada

O

Si vas a copiar algo de alguien hoy, que no sea a Adán tratando de escapar de la culpa; diciendo “la mujer que me diste…” (Gen.3:12) cuándo Dios le preguntó “¿dónde estás tú?” o a Eva culpando a la serpiente (3:13) cuando Dios se acerca para encarar los hechos pecaminosos.

Que no sea lo grosero, irreverente, testarudo y rebelde de Caín al contestar “acaso soy yo el guardián de mi hermano” (Gen.4:8 BLP) cuando Dios le preguntó dónde estaba su hermano asesinado.

Que no sea la reacción de victimizarte por las circunstancias y la influencia del derredor, diciendo como Aarón: “tu conoces al pueblo, que es propenso al mal” (Ex.3:22) cuando le exigen razón de su pecado, que solo aumenta su culpa al crear una coartada que ni él mismo puede creer “Porque me dijeron: «Haznos un dios que vaya delante de nosotros… Y yo les dije: «El que tenga oro, que se lo quite». Y me lo dieron, y lo eché al fuego y salió este becerro” (3:23,24 LBLA).

Que no sea la decisión de concordar en un secreto pecaminoso, como Ananias y Safira, queriendo verse generosos ante la iglesia pero muriendo uno a uno por querer mantener una mentira delante del Señor (Hechos 5:1-11) y terminar siendo una lección y advertencia para el resto de creyentes.

Que no sea olvidar que las preguntas que hace Dios: “¿dónde estás tú?” (Gen.3:9), “¿Dónde está Abel tu hermano?” (4:9), “¿Qué has hecho?” (4:10) o “¿vendisteis en tanto la heredad?” (Hch.5:8) no son porque no sepa nuestros pecados sino por darnos oportunidad de confesión y estar a cuentas con él.

Concluyendo, que cuando el Señor encare nuestro pecado, que no sea, como estos y otros personajes, el desperdiciar la oportunidad de confesar, apartarnos y alcanzar misericordia, solo por seguir ocultando, inutilmente, nuestro pecado (Prov.28:13).

Que sí sea que al darnos cuenta de la inmensidad de nuestra suciedad y que estamos en la presencia y vista del Señor, tengamos la reacción del imperfecto Pedro diciendo “soy hombre pecador” (Lc.5:8), dispuestos a obedecer lo que sigue después de la confesión de nuestro pecado: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (Jn.8:11) o “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.” (Jn.5:14), porque cualquiera de las dos es gracia.

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Acerca del autor

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

por Lester H. Delgado

Lester H. Delgado

Esposo, papá y pastor.
6 años de estudio formal en teología, 3 de estudio formal en escritura creativa y una vida tomando café... también formalmente.

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