Cuanto más lo examino más me doy cuenta del bullying que se le hace al Diablo; los apodos para burlarse de él ya forman un catálogo de lo más variado: “Cornudo”, “Chamuco”, “Cachudo” y manojo de otros que da para toda una noche de risas.
Qué más da que algunos todavía intenten relacionarlo con las tinieblas, si la simple mención esa solo acarrea más sorna encima. Actualmente el Diablo llegará, si mucho, a ser: el coco medieval de los abuelos, menos que un cuento de terror de halloween, obsoleto incluso para esa celebración.
Es un intento de susto sin efecto, inferior a una advertencia para niños; mito medieval para los historiadores o académicos; creencia judía para los religiosos… ¡ah! y no olvidemos: perfecto camarada para los fiesteros e irreverentes. El lugar al que dicho bullying lo ha relegado es tan bajo que, de forma muy literal, se ha convertido en un pobre Diablo.
Dicho lo anterior, no es momento de relajarse y dejarlo en el olvido, porque… ese bullying se lo ha hecho él mismo. Ridiculizarse frente a las masas no tiene nada inocente, sino que resulta ser una de sus estrategias más violentas para pasar desapercibido. Si la gente se ríe de él, no tendrá temor; si no hay de que temer no hay porqué buscar ayuda y entonces la posibilidad del hombre corriendo hacia el Dios queda descartada.
Nada ha cambiado mis queridos, sus apodos son numerosos, pero su nombre sigue siendo Satanás; no se basurea sino que se opone a Dios con terquedad, tampoco es leyenda o mito sino la realidad actual de la maldad antigua y del porvenir; más tenebroso y más oscuro que un cuento de terror, porque la Biblia todavía lo llama adversario y leon rugiente (1P.5:8)… y sí: todavía devora.
Acecha con astucia para atacar sin advertir; cuando parece inocente en realidad espera el momento para dejar lo salvaje al descubierto y al tener bocado en las fauces no parará hasta saborear la sangre de la victima que un segundo antes estaba confiada.
Mientras un mundo irreverente se cansa de su nombre, él no se fatiga de caminar para saciarse; rodea la tierra una (Job 1:7) y otra vez (Job 2:7) para suplirse de hombres simples y cristianos no avisados de guardia baja. Afirma su gusto por la sangre creyente, pues, aunque no le pertenecen, los tendrá entre los dientes todo el tiempo que pueda. Estos creyentes, no son como aquellos en el coliseo, comidos por leones por cristiana convicción; sino cristianos que se ofrecieron como bocado al León Rugiente de la jungla por decisión.
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.
1 Pedro 5:8