Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. (Lucas 17:3)
Una cosa es que nosotros nos cuidemos de no ser tropiezo y ofensa a nuestro hermano, pero es diferente cuando el hermano no se cuida de lo mismo y termina ofendiéndonos.
“Si tu hermano pecare contra ti, repréndele” (v.3) La palabra nos autoriza a expresar que hemos sido ofendidos y que lo desaprobamos, en esto no hay problema, lo hacemos por inercia. Con lo que tenemos conflicto es con la parte que sigue: “Y si se arrepintiere, perdónale” porque en general reprendemos pero no estamos dispuestos a perdonar cuando el ofensor se ha arrepentido, una parte de nosotros quiere seguir teniendo una excusa para humillarlo y porque nos gusta tenerlo bajo el zapato no queremos dejarlo ir tan rápido, pero la instrucción de Jesús es clara, “perdónale”.
Por si esto fuera poco, el Señor agrega un nivel de dificultad: “Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.” (v.4). Aquí es donde realmente se destapa nuestro carácter, porque de hecho somos de los que perdonamos la ofensa una vez pero vengamos la segunda. Esta forma de perdonar es difícil pero es la que más nos acerca al carácter de Dios, nos hace imitarlo porque aprendemos a hacerlo como él lo ha hecho con nosotros.
En un versículo paralelo en Mateo 18, cuando Pedro le pregunta cuánto tiene que perdonar a su hermano (v.21) Jesús le dice: “No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete.” (v.22). Me gusta lo que C.S. Lewis dice acerca de esto: Necesitamos perdonar a nuestro hermano setenta veces siete no solo por 490 ofensas sino (esas veces) por una.
¿Notaste que el Señor dice “Siete veces al día”?, esto habla de ofensas constantes, una tras otra; la fuerza para perdonar tanto únicamente viene del Señor, no podemos hacerlo así cuando no estamos en comunión y dependencia de él. Tal vez no puedes perdonar porque te falta esto último.