Benjamin Franklin dijo que “La peor decisión es la indecisión” y un ejemplo claro de esto es Herodes, quien estuvo durante mucho tiempo sin decidir nada trascendente para su vida espiritual y terminó haciendo lo que su corazón le dictaba.
Él había sido confrontado con su pecado por Juan el Bautista: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mc.6:18), por supuesto que no le había agradado nada y por eso quería matarlo; sin embargo no lo hacía porque el pueblo decía que era profeta (Mt.14:5) y sabía que este hombre en verdad era “justo y santo” (Mc. 6:20) Marcos también dice que “le guardaba a salvo” y que cuando Juan hablaba, él “se quedaba perplejo, pero le escuchaba de buena gana”… pero lo tenía prisionero.
Aunque lo escuchara de buena gana su corazón realmente estaba en los placeres de la vida y no en las palabras de Dios, por eso “la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes, por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiese” (Mt. 14:6b-7); bastó un baile erótico para que le ofreciera hasta la mitad de su reino a la muchacha (ver Mc.6:23) y aunque hubo tristeza al escuchar lo que ella quería: “Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista” (Mc.6:25) decidió hacerle caso a lo que le producía placer para deshacerse de lo que le acusaba.
“En medio” nunca es un buen lugar para estar, no basta saber que la Palabra es justa y santa y no es suficiente escucharla de buena gana, hay que decidirse por un bando, porque los placeres del pecado no están dispuestos a compartirte y te obligarán a matar lo que sabes que es correcto.